Sí, Coco (Grover en el original) tiene mucho que contarnos sobre experiencias en restauración y más aún Mr. Blue, su sufrido cliente.
Por Capitán RábanoHace tiempo, escribí una entrada dividida en dos capítulos acerca de las cosas que no me gustaba encontrarme o que me pasaran en un restaurante (10 cosas que no soporto en un restaurante I y II). Algunas de estas cosas y otras que no indiqué pero que perfectamente podrían haber estado en la lista, nos molestan a casi todos y lo cierto es que dan mucho juego y tema de conversación. Pues bien, resulta que como una imagen vale más que mil palabras, hoy os traigo una recopilación en vídeo de situaciones que, más o menos, pueden pasarnos a todos.
El protagonista de todos los vídeos es un personaje al que la gente de mi generación debemos una parte fundamental de nuestra educación. Hablo de Coco, o en su nombre original, Grover y tengo que decirte que si eres joven y no lo conoces, te estás perdiendo algo grande.
Pues bien, Grover nos va a presentar en estos vídeos un contraste cómico con otro personaje fundamental, Mr. Blue, un señor cualquiera, calvo y gris (azul) que yo imagino funcionario de Hacienda y que podría ser cualquiera de nosotros.
Los vídeos están en versión original, pero no os procupéis, son cortos y se entienden bastante bien.
Cuidado con los restaurantes folklóricos o temáticos:
Hace ya bastantes años, cuando empecé a trabajar y pude disponer de un sueldo fijo (y bajo), unos cuantos amigos en similares circunstancias decidimos hacer un recorrido por restaurantes de cocinas exóticas por Madrid (indonesios, peruanos, rusos, indostanies, iraníes, tailandeses... todo valía y fue muy interesante, una forma de ampliar conceptos y eliminar prejuicios. Pero claro, no es oro todo lo que reluce y este tipo de establecimientos suele ofrecer comidas muy económicas "amenizadas" con aspectos folklóricos de dudoso o nulo gusto. Aún recuerdo mi pavor y mi decisión de no volver a comer en un Griego después de ver a dos locos rompiendo platos.
La incoherencia del tamaño de las raciones con los deseos de los clientes:
En un menú de 15 platos es normal que las raciones sean pequeñas, sería absurdo e incluso desagradable que fueran grandes y del mismo modo es absurdo que si esas mismas elaboraciones se sirven en carta no crezca su tamaño para un servicio de dos o tras platos. Pero... ¿Qué ocurre cuando el restaurante tiene un plato que se ofrece en dos tamaños posibles?.
Algo parecido a lo anterior se produce cuando el plato o ración que se ha pedido se muestra o sirve en un número de unidades o piezas desconcertante. ¿A quién no le ha pasado que estando en una mesa 6 personas ha pedido una ración de croquetas y les han servido siete?, ¡pero a quién se le ocurre servir una ración de unidades utilizando un número primo!. ¿Y que me decís de lo indivisible?. Hace poco comimos en un restaurante nuevo para nosotros, todo muy agradable, pero con algún detalle sorprendente, ¿por qué una ración de tortitas tenía tres unidades cuando en la carta se podía pedir media?, ¿la media tiene dos tortitas?, ¡entonces no es la mitad!, ¡son dos tercios!.
La carta desactualizada.
Ya hablé de este fenómeno según el cual no queda, se ha acabado, nadie lo ha visto desde 1987 o quizá nunca hubo el vino o el plato que justamente quieres comer... ni ese ni casi ningún otro de la carta.
La falta de adecuación entre lo prometido y lo entregado:
Muy propio de franquicias de comida rápida, pero no exclusivo de estos establecimientos es el hecho de prometer algo muy diferente a lo servido. A veces la diferencia es meridiana (mirad las fotos de las hamburguesas en los mostradores y la que te dan en una caja de plástico) y a veces es explícita (esas cartas que prometen croquetas caseras y te sirven estándares ultracongelados o esos jamones ibéricos que son trozos de carne deshidratada). Otras veces no lo es tanto y solo el paladar entrenado descubre el fraude.
La comida a domicilio.
Cuando pides comida a domicilio te puede pasar una combinación de todos los desastres anteriores (no sirven la pizza que tu quieres, la que llega a tu casa no se parece a la del folleto de propaganda, sois dos personas pero solo la venden en tamaño para uno o para seis, etc.).
Y finalmente llega la hora del café y decides tomarte uno en un nuevo local de tu ciudad. Tiene una pinta estupenda; es moderno y se anuncia lleno de novedades. Seguro que algo saldrá mal.
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