Visitamos Sal de Hielo.
(*) Desde el mes de Abril, Juan Miguel López Castanier ha dejado de trabajar en este restaurante.
La verdad es que con el cierre de El Chiscón de Castelló nos
llevamos un disgusto. Han sido muchas las comidas y las veladas que pasamos
entre sus bonitas paredes (me sigue pareciendo uno de los restaurantes clásicos
más bonitos de Madrid, aunque pareciera de París), pero, por otra parte, nos
alegramos mucho de reencontrarnos con algunos de los miembros de su anterior
equipo tras la fachada de un nuevo local, Sal de Hielo, en la castiza Calle de
Toledo.
Al frente de los fogones, como no, el que fuera el último
Chef de El Chiscón, Juan Miguel López Castanier, que sigue dando muestras de su
gran inquietud, capacidad de trabajo e imaginación.
Como no podía ser de otro modo, decidimos conocer esta nueva
propuesta que habíamos visto bendecida en las redes por personajes como Miguel Angel Almodovar o María Kata así que afilamos los colmillos y nos lanzamos.
Sal de Hielo es diferente, es otra historia. Esto ya no es
un bistró al que acudir con tu pareja a celebrar una cena romántica. Es un
restaurante amplio, moderno, cómodo, de barra amplía y mesas que invitan a la
tertulia con amigos después de haber dado buena cuenta de las propuestas de la
carta, que son variadas, extensas y seguro que cambiantes. Es un lugar para la
comida familiar, para el cumpleaños del abuelo, para el after-work de cualquier
día de la semana y, por supuesto, para un aperitivo a pocos metros del lugar en
el que se levantaba la fábrica de Mahou.
Hay recetas tradicionales, de las que no pueden faltar en un
barrio como este a escasos metros del Vicente Calderón, pero además, hay
grandes sorpresas y menús especiales para fines de semana o para satisfacer
cualquier paladar.
Nos gustó mucho el local, la propuesta de la carta (quizá
muy extensa y supongo que con el tiempo se ajustará un poco), no tanto la de
los vinos, no ya por las referencias sino porque nos pareció un poco corta.
Esperemos que, esta sí, crezca con el tiempo.
En la mesa catamos (quiero decir, nos zampamos) desde unos
mejillones en escabeche casero a una gallina, también en escabeche, pasando por
una ensaladilla con mango o, quizá lo que más nos gustó, esos langostinos con
un bloody mary de guindilla que estoy deseando tunear porque la idea me pareció
que ofrece grandes posibilidades.
Los postres estuvieron a gran altura y con aires franceses,
esos de los que a veces hace gala el chef, pues no en vano corre sangre gala
por sus venas.
Y algo que nos gustó mucho fueron los precios
y si no me creéis os dejo el ticket con la comanda para que veáis que seis
personas pueden comer (y bien) en el centro de Madrid por poco más de 100€.
Sólo nos queda desearles suerte en esta nueva andadura.
Experiencia y buen hacer tienen a raudales. Nosotros solo decir que volveremos,
que yo me quedé con ganas de probar ese costillar de cordero...
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