Entre Calzadilla de la Cueza y Sahagún trascurrre otra etapa corta y tranquila, previa a una mucho más larga. Salimos de Palencia y entramos en León.
Distancia: 19 Km.
Tiempo empleado: 4 horas.
Incidencias: ninguna.
A tener en cuenta: Nada, es una etapa muy fácil.
Me levanté tranquilamente, había descansado muy bien. Una
ducha y a desayunar.
Ya se habían ido todos, aún no era de día y ya no había
nadie. Desayuné tranquilamente, en la sala sólo estaban las mochilas de los que
viajan sin ellas mientras pagan a alguien para que se las transporte al lugar
de destino. No tengo nada en contra de ello, cada uno viaja como quiere y no
todos los que hacen el Camino lo hacen como peregrinos y mucho menos pensando
en sufrir más penurias de las necesarias. Para muchos, esta es una ruta de ocio,
cultura y gastronomía y es indudable que se disfruta más sin peso a la espalda.
Si te interesa, yo si iba con mi mochila al hombro.
Comencé a caminar a eso de las 08:30, el día pintaba mucho
mejor que los anteriores. La etapa no tiene mayor dificultad, ni siquiera es
larga y, lo más importante, había nubes y la temperatura era cuatro o cinco
grados inferior a la de los días anteriores. Es impresionante lo que influye, ¡parecía
flotar!, iba devorando kilómetros sin esfuerzo, sin sufrimiento... serenamente.
Y de nuevo solo. Me sentía bien, ya tenía lo que había ido a
buscar esos días; ese sentimiento de soledad, de insignificancia, de olvido de
problemas que no lo son. Cada vez que voy al Camino es lo que recibo, una
renovación, una nueva forma de ver la vida y de darte cuenta de lo que importa
y lo que no y, a la vez, de lo pequeño que es el ser humano y lo grande que es
la Humanidad.
Durante muchos siglos otros lo han hecho, han caminado hasta
el fin del mundo para morir y volver a la vida más puros. Algunos incluso se
hacían lápidas para reflejar esa muerte allá dónde el sol cae sobre el mar y
luego cambiaban su nombre. Algunos iniciaban el camino como aprendices y lo
concluían como maestros canteros y de las piedras del Camino aprendían
interpretando sus símbolos. Una capacidad que hemos perdido hace ya demasiado
tiempo.
Se suceden las poblaciones, Ledigos y Terradillos de los
Templarios (de nuevo el nombre de la orden que tanto hizo por la consolidación
de la ruta jacobea a través de sus puestos en defensa de los peregrinos), que
atravesé sin mirar atrás, sin pararme a descansar, iba cómodo, rápido... de las
puertas de sus albergues o sus bares aún salían los últimos peregrinos,
indefectiblemente extranjeros, los españoles madrugamos mucho más porque
queremos acabar las etapas a la hora de comer, ellos no, salen más tarde, comen
antes que nosotros a media etapa y llegan por la tarde, a tiempo para ducharse
y estar descansados para una cena temprana, su gran comida del día.
Al final decidí parar en Moratinos, en el Hostal Moratinos, un
coqueto lugar a desayunar algo y comprobar como iban evolucionando las heridas.
Me encontraba muy bien, fuerte y sin dolores, aunque iba marcado. No paré mucho
tiempo, pero tome nota el lector de que puede ser un final de etapa interesante
desde Carrión de los condes si las fuerzas se lo permiten y puede hacer una
etapa larga. El pueblo es pequeño, pero hay oferta hostelera.
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No pain, no Glory |
Me acercaba a Sahagún y al final de las etapas de este año.
Habían sido pocos días, en Madrid me esperaba mi mujer, embarazada de nuestra
hija y tenía ganas de volver a verla, pero, a la vez, sentía el dolor que
siente siempre el peregrino cuando se va. Uno quiere que ese idílico mundo en
el que sólo importa satisfacer las necesidades vitales más básicas mientras
alimenta el alma y el espíritu con lo mejor, durase para siempre. No es así.
Antes de llegar a Sahagún el Camino se desvía para
contemplar los restos de la ermita de la Virgen del Puente y allí, a pocos
metros, me detuve a contemplar una espiral, un juego de la oca que, sin duda,
algún peregrino había hecho. Desconozco si conocía el significado más allá de
ese juego de mesa que dicen que trajeron los francos a estas tierras y que,
cargado de simbolismo, habla de puentes y ocas, de los peligros del Camino, de
la muerte y de volver a empezar. No sé si el que lo hizo sabía que las ocas se
llevaron el alma de los muertos, no sé si sabían que la espiral es un símbolo
ancestral de la perfección, la vida, la resurrección... Pero creo que sí, creo
que sabían que en la catedral de Chartres hay un laberinto (¿o es una oca?),
creo que sabían que Rioja un día fue Rio Oca y que, en definitiva, hubo un día
en que los Gigantes jugaron a la Oca.
Fue allí, justo en las ruinas de la Ermita dónde de nuevo me
encontré con mi adorable familia estadounidense
que me recibieron con una gran sonrisa. Caminamos juntos hasta Sahagún por uno de los accesos más feos de todo el
Camino. Yo me quedé en el hotel Domus Viatoris ellos siguieron hacía el
albergue.
Era muy pronto, poco más de medio día. La habitación era
perfecta en un entorno espantoso. En serio, el exterior del hotel era un
cementerio de tractores y hacía Sahagún un puente sobre las vías del tren. En
fin, el caso es que la habitación era perfecta: amplia, limpia, moderna,
cómoda... puse orden en mis cosas, me duché y lavé la ropa y me fui al pueblo a
comer.
Era día de mercado (juraría que era viernes) y estaba a tope
de gente. En la plaza me volví a encontrar con Ramón, pensaba que no volvería a
verle. Me contó que D. le había dado esquinazo, a él y a todo el mundo, nadie
le había visto salir, de hecho nadie parecía ser consciente de que hubiera
dormido en el albergue de Ledigos, quizá salió de noche para seguir solo. En
fin, deseo de veras que tu alma torturada encontrara algo de paz.
Nos tomamos una cerveza, resulta que era el cumpleaños de
Ramón y pensaba irse por la noche a un pueblo cerca, que estaba de fiestas, al
día siguiente volvía a Madrid, como yo. Le dije que me lo pensaría, supongo que
siempre supo que lo dije por ser amable, no pensaba moverme de allí. De nuevo
nos despedimos, nos dimos los teléfonos y quedamos en volver a hablar a la
vuelta, pero eso no ha ocurrido.
Busqué algún sitio decente para comer, pero no fue fácil, o
estaba lleno o era muy turístico o no me gustaba. Me encontré, de nuevo con mis
americanos indostanís de Denver, estaban comiendo en una terraza, me pidieron
que les acompañara, pero les dejé, quería comer solo. Nos despedimos, les deseé
buen Camino y les dí alguna información útil de las etapas venideras, sobre todo les hablé del Barrio Húmedo de León.
Finalmente comí en el restaurante del Hostal La Codorniz y
realmente fue muy agradable. Puerros típicos de Sahagún, cabrito y un buen
Prieto Picudo reconfortaron mi cuerpo.
Al hotel, tocaba colada y echar siesta. Volví a salir de
paseo por el pueblo, comprobé las ruinas de un pasado esplendor, cuando albergó
las más grandes abadías e iglesias del Camino, construidas con ladrillo (a
falta de piedra en la región) y con manos mudéjares. Más tarde busque algo para
cenar, pero no me motivó de lo que ví luego, tan poco que me acosté sin cenar.
Al día siguiente volví a Madrid, Sahagún es un buen lugar
para comenzar o terminar un tramo del Camino, está muy bien comunicado por tren
y tiene buena oferta hostelera y de servicios. Es un poco el final de la Tierra
de Campos, a partir de ahí el paisaje cambia poco a poco. Entramos en León, en
un par de días estaremos en la capital, en cuatro en la Maragatería, en seis en
el Bierzo y en ocho en Galicia, dónde un paisaje más benigno nos acompañará en
nuestras últimas etapas.
Ya queda menos para llegar a donde yo empecé mi camino (León). Mientras tanto voy descubriendo lo que no vi a través de tu blog.
ResponderEliminar¡Un abrazo peregrino!
En serio dejan las mochilas para que otros se las lleve a su próxima parada? pero eso no vale. Así no mola...hay que hacerlo con todas las consecuencias si no no estas haciendo el Camino, estás paseando entre pueblo y pueblo. Buen relato
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