La madrileña zona de Moncloa-Argüelles se encuentra densamente poblada de restaurantes con referencias asturianas. Hubo un tiempo en que muchas familias emigraron a Madrid, se bajaron en la Estación del Norte (actualmente Príncipe Pío) y buscaron un local en la cercanía en el que iniciar una nueva vida.
Tradicionalmente la mujer se ocupaba de los fogones con el
saber más tradicional y el hombre de la barra y las mesas y así pasaron los
años: dando comidas, café y un rato de sosiego a la parroquia, al barrio, a la
calle y a las visitas.
La cercanía con la estación, favorecía que familiares,
amigos, etc... proveyeran de vez en cuando de viandas de la aldea, ¡nada como
el compango de casa!.
Pasaron los años y a los negocios se fueron incorporando los
hijos y así, muchos de estos locales han llegado hasta nuestros días. Algunos
son realmente famosos, han protagonizado crónicas gastronómicas, programas de
televisión y han congregado a propios y extraños para ver por la televisión los
raros partidos de fútbol televisados del Sporting o del Oviedo.
Con el tiempo, algunos han evolucionado hacia propuestas más
innovadoras, otros han cerrado tras pasar por momentos muy malos o porque los
fundadores se jubilaron y los descendientes se dedicaron a otra cosa. Y,
afortunadamente, algunos continúan día a día haciendo lo que mejor han sabido hacer siempre: feliz a su clientela con uno de los más hermosos oficios.
Desde aquí hemos reivindicado muchas veces el término
"Casa de comida", tan vilipendiado o utilizado con desprecio en otros
lugares. Creemos que no hay oficio más honorable y antiguo que dar de comer a
la gente y eso es lo que se hacía en las casas de comida.
La Montaña es un restaurante con ese poso de "casa de
comida", sin postureos, en el que
cada día se sirve un menú elaborado con sapiencia, se sirve al público con
cercanía y profesionalidad y se ofrecen en carta especialidades infalibles,
como esos callos que resultaron espectaculares, melosos, sabrosos y con el
punto justo de picante.
Disfrutamos de elaboraciones como el revuelto de calabacín,
las croquetas (muy buenas, con tropezones, de las de toda la vida) y, sobre
todo, el cachopo.
De veras que en la foto no se aprecia el tamaño, pero os
digo que es el mejor cachopo que he probado en Madrid, en serio. Nada
grasiento, jugoso por dentro y, en definitiva, mucho más ligero de lo que
parecería a simple vista.
Como no, hay que probar su arroz con leche y su tarta de
queso.
Pero ojo, no es un restaurante "viejuno", es un
sitio muy agradable. Hay espacio entre las mesas, la decoración es funcional y con
aire hogareño, la carta de vinos tiene referencias interesantes y se sale del
Rioja - Ribera tan odioso y típico en Madrid. En fin, que es algo más que el típico
restaurante de barrio, aún siéndolo y de toda la vida, pero que está ahí porque
hace bien las cosas.
Restaurante La Montaña:
Calle Andrés Mellado 3; 28015 Madrid.
Telf: 91432653
Calle Andrés Mellado 3; 28015 Madrid.
Telf: 91432653
César, me encantan tus recomendaciones y, en cuanto puedo, iré a probar este restaurante de comida con fundamento!!
ResponderEliminarApuntado queda..... se ve oficio!
ResponderEliminarComida sin postureo, eso si. He echado en falta fotos del local. Ese arroz con leche, ains!
ResponderEliminarSí, tienes razón, siempre intento meter fotos del local, pero aquel día había mucha gente, ibamos con prisa, era tarde, invierno... en fin, que tomo nota para que no vuelva a suceder
EliminarQué curioso que esa zona de Madrid tenga poso asturiano por la emigración y que se dediquen, principalmente, a la cocina.
ResponderEliminarEn general, da gusto que todavía queden "casa de comidas", como dices, como antaño pero sin el calificativo "viejuno". Tiene que haber cabida para todo, no? Mientras las cosas se hagan bien...
En cuanto a los platos, no conozco lo del cachopo pero todo tiene muy buena pinta, en especial las croquetas y el arroz con leche, que me encanta.
Lo del vino, también pasa aquí. Rioja y ribera se llevan la palma, aunque creo que hace un tiempo hay muchísima más variedad.
Un beso
Qué rico!! Hay que tenerlo en cuenta cuando vuelva a Madrid. Un abrazo, Clara.
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