Irlanda (III): La costa suroeste

Si recordáis el capítulo anterior, os dejamos en Cork después de un agotador viaje conduciendo por la izquierda y comprobando como puede llover en pleno mes de julio.

Tras un reparador sueño, disfrutamos de un estupendo desayuno a base de tostadas con mantequilla, varios tipos de mermelada, huevos revueltos, salchichas, vamos, lo que normalmente se conoce por "English Breakfast", pero por esos lugares, vaya usted a saber por qué, lo llaman "Irish Breakfast". 

Nos sirvió la misma dama que quiso matarnos la noche anterior, cuando la hicimos levantarse para abrirnos la puerta. Parecía habernos perdonado, porque nos atendió de maravilla.

La puerta parecerá fragil, pero os aseguro que esa cerradura está hecha a prueba de cerrajeros



En seguida nos dispusimos a salir para recorrer la costa suroccidental de la isla, pero esta vez me aseguré de haber aprendido como abrir la odiosa puerta.
 

Pusimos rumbo a Kinsale, una preciosa y colorista villa marinera dónde muchos ciudadanos pudientes de Estados Unidos han adquirido una segunda vivienda.



El pueblo es ideal para pasear, disfrutar de sus coloristas casas, del precioso puerto o de las ruinas de su fuerte, restos que quedan de un episodio que pasó a la historia, me refiero a la batalla de Kinsale. Como homenaje a los españoles y a ese episodio, un precioso pub corona un promontorio sobre el lado izquierdo de la bahía, me refiero al Spaniard. No pudimos resistirnos y allí mismo comimos y disfrutamos de nuevo de las virtudes de la cocina irlandesa, ya sabéis, cocina sencilla con productos de primera calidad.

El puerto de Kilsane





Paseando por Kinsale
Después de la comida y un paseo, volvimos al coche para dirijirnos hacia Kenmare y disfrutar de las vistas del Anillo de Kerry. En esta jornada ya no había autovías, conocimos las auténticas carreteras irlandesas y salvo por el rictus de tensión que mostraba Pendiente de Diagnosticar cada vez que me acercaba demasiado al lado izquierdo de la carretera, diríase que me estaba aclimatando. Ahora bien, menos mal que llevábamos un GPS, porque entre que la mitad de los cruces están sin señalizar y que la otra mitad está en Irlandés... pues eso, que podríamos habernos perdido un par de semanas por allí.




Kenmare es un pueblecito precioso, con playas (o algo así), casitas de colores y colinas verdes. Una maravilla. Podréis, además, visitar ruinas megalíticas y disfrutar de un té en el saloncito más..., esto..., como decirlo... venga va, el saloncito de té más cursi que he visto en mi vida. Pero también tengo que decir que la carta de té era impresionante y las pastas y las tartas deliciosas.

Un té y una tarta de zanahorias

Después de aquello volvimos al coche para tomar rumbo a Cork.

A mitad de camino paramos en un pueblo llamado Macroom, allí entramos en un pub, pero un pub de verdad, sin turistas y aquello nos mostró otra vez el carácter irlandés. Nada más llegar los parroquianos se pusieron a hablar, pero no a preguntarnos de dónde éramos o algo así, sino a hablarnos como si fuéramos de allí de toda la vida. ¿Habéis visto la escena final de Café Irlandés?, ¿cuando el orgulloso y reciente abuelo se pide una Guinness en la barra de un pub y al parroquiano de al lado le dice algo así como?:

- Tres kilos y medio.

Y el otro sin inmutarse contesta:

- Está bien para un niño, pero es poco para un cerdo.

¡Pues esos diálogos existen!, ¡son reales en los pubs irlandeses!.

El centro de Macroom

Pues después de una Murphy's volvimos a Cork y cenamos en un restaurante asiático, muy bueno. La verdad es que al fin y al cabo, un restaurante chino, tailandés, indio o, en general asiático, es un restaurante típico irlandés.

Esa noche nos retiramos pronto, al día siguiente visitaríamos Cork, sus alrededores y viajaríamos hacia Galway. Iba a ser un día duro y, bueno, la verdad es que no las tenía todas conmigo y no me apetecía llegar después de medianoche, no estaba seguro de poder abrir la puerta y esa noche había luna llena, quién sabe en que podría convertirse la dama de los rulos.

Feliz día de San Patricio, disfrazaos de Leprechaun, poneos patillas pelirrojas y bebeos unas cuantas cervezas irlandesas, la marca la dejo a vuestra elección

Capitán Rábano

Gastronomía, ocio, viajes, nutrición y buena vida en el más amplio sentido

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