Tardamos mucho en poder ir a Taberna Marcano y estamos tardando demasiado en publicar nuestra experiencia y no se lo merece, así que... ¡ahí va!.
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La nota final es un promedio de todas las variables, excluyendo "experiencia". |
Con anterioridad al espacio actualmente ocupado por la
Taberna Marcano, frente a Laredo, éste restaurante ocupó un local muy cercano;
en la calle Menorca, que a su vez había quedado libre al mudarse La Catapa al
local de enfrente que estaba vacante, precisamente, por la mudanza de Laredo...
¿os habéis enterado?. Sirva este pequeño galimatías para expresar la realidad
de la pujanza del barrio de Retiro-Ibiza como meca gastronómica en Madrid, sólo
comparable, quizá, por lo que está ocurriendo en Ponzano.
Pues bien, resulta que desde que ocupaban el anterior local
queríamos haber ido, pero siempre era difícil, porque la justa fama da la que
enseguida se hizo acreedor, unido a la escasa capacidad del local, hacía que
conseguir mesa fuese realmente misión imposible.
Hasta que un día de diario del año pasado (un miércoles,
para más señas) y mientras volvíamos a casa, decidimos dar un paseo por la zona
y de paso ver si había suerte y podíamos cenar en Marcano. Ese día descubrimos
que se habían mudado, así que no desistimos y allá que fuimos (ambos locales
están bastante cerca) y os lo cuento.
El local:
Pequeño, aunque enorme comparado con el anterior y, sobre
todo, más accesible.
Es posible degustar su cocina en su minúscula barra que
sirve, sobre todo, para esperar a que te ubiquen en el comedor, que es
funcional, sobrio y no exento de cierta elegancia, aunque no, no es bonito, de
hecho está muy lejos de serlo y tiene un problema de iluminación.
Hay pocas mesas, están correctamente vestidas y cuentan con
la suficiente distancia entre ellas, pero, en definitiva, hay pocas plazas, así
que más te vale reservar con bastante antelación.
La carta:
A primera vista es bastante clásica, con aires vascos (esas
croquetas de idiazabal) y esa oferta de guisos tradicionales en ese
"revival" del puchero que tanto se ve en los últimos tiempos por
Madrid, aunque para ser justos esconde algunas sorpresas, lo cierto es que está
dirigida a una clientela muy del barrio: paladares entrenados en el gusto clásico
que valoran el producto y la temporada.
En cualquier caso es pequeña y muy asumible y, de hecho,
bastante flexible, como demostraron en nuestro caso ante nuestras peticiones
(justificadas, no os vayáis a creer).
Carta de vinos:
Magnífica, no tan extensa como en otros lugares de la zona,
pero muy bien pensada. A fin de cuentas una carta más amplia sería un problema
dada las dimensiones del local y la necesidad de rotar vinos.
Hay referencias muy interesantes y poco explotadas, se nota
el interés y la búsqueda de opciones para una clientela muy exigente.
La cocina:
David Marcano demuestra oficio, precisión, buen gusto y
cuidado extremo en todo lo que sale de su cocina. Las presentaciones fueron
soberbias (aquí tenéis alguna muestra) y como no hay nada perfecto, yo diré que
eché en falta algo de potencia, es decir, había sutileza, texturas, fondo, técnica...
pero yo soy muy de sabor y esos huevos con trufa no llegaron a lo que yo
esperaba (vaya por delante que mi mujer no compartió mi opinión), eso sí, por
lo demás perfectos en ejecución.
Aquí encontrarás acomodo si te gustan los sabores
tradicionales y algunos (no demasiados) guiños a una modernidad bien entendida,
en la que el producto, la temporada y las cantidades satisfacen las exigencias
de los clientes.
El Chef se curtió mucho tiempo en los fogones de Goizeko
Wellinton (eso es un poso) y antes se había formado a la sombra de Juan Mari Arzak, en cuyo restaurante trabajó durante dos años. Luego , tuvo la inteligencia y la oportunidad de hacerse un pequeño gran nombre en su anterior
rincón de la calle Menorca y estos años de trayectoria le han granjeado una
clientela fiel y un buen nombre que no es cosa de estropear con ínfulas.
Aquí hay una cocina honesta y precisa, sin alardes vacíos,
de la que va al paladar, al estómago y al ojo en un buen equilibrio.
Servicio:
Chicos, que
queréis que os diga... Marcano es un modelo, un modelo de buen hacer, de
servicio sin servidumbre, de atención y simpatía, de flexibilidad y
disponibilidad... en fin. Id y comentad si me equivoco, porque yo creo que el
trabajo de Bárbara González es de quitarse el sobrero, pero...
Pero el tiempo que estuvimos esperando (eso sí, no teníamos
reserva) se antojó excesivo, bien es cierto que no es un lugar para ir con
prisas, pero no me gusta que se demore tanto la simple ubicación en una mesa,
aunque, de nuevo, hay un pero a mi opinión, no sé, a ver que opináis: ¿preferís
que os sienten pronto en una mesa con una bebida de aperitivo y tarden en
atenderos o que cuando os sienten el personal de la sala ya esté a vuestra
entera disposición?
A todo esto, la accesibilidad de David a la puerta de su
local, el interés por saber de primera mano nuestra impresión por la comida y
su talante nos acabaron de conquistar.
Precio:
Marcano es uno de esos sitios en los que si ves los precios
"sin anestesia", en la calle, puedes pensar que son muy altos, pero,
a la vez, es de esos sitios en los que sales satisfecho de lo que has pagado, porque
a cambio has recibido una gran cocina, un maravilloso servicio, un trato casi
personalizado y un montón de detalles (esa copa de vino a probar fuera del
ticket, esas trufas después de cenar o ese aperitivo mientras esperábamos
acomodo en la barra) que compensan con creces ese precio que puede parecer un
poco alto, pero que no lo es en absoluto, porque a cambio recibimos un
maravilloso rato.
Conclusión:
Tienes que ir, tienes que ir y decirme si estoy equivocado.
Es posible que no sientas la mayor explosión en tu paladar y que el local no
sea muy bonito, pero recibirás un trato magnífico que envuelve una cocina
notable y apta para todos los paladares.
Pues, para ser lo que es, no me parece un precio excesivo. Bueno, no he visto los platos, pero... Y sí prefiero que una vez sentada, no se olviden de nosotros o me dé tiempo a hacer la digestión entre plato y plato.
ResponderEliminarUn beso