Ir a un restaurante
supone una experiencia gastronómica. Obvio, pero, a partir de esta idea, las
opciones son ilimitadas.
Hubo un tiempo en
que ir a un restaurante implicaba, en la mayoría de las ocasiones, una
inmersión en un ambiente en el que había básicamente tres opciones para
destacar de la competencia, ya fuera a través del producto, la cocina
o el servicio en sala. Estos siempre fueron los tres pilares.
En tiempos
recientes, quizá en un afán por ofrecernos unas realidades diferentes y más
adaptadas a unos tiempos modernos en los que se tienen en cuenta diversas
opciones de alimentación (vegetarianos, veganos, etc), aspectos nutricionales
(menos grasas, cocciones más cortas) se produjeron muchos cambios; aunque a
veces se trataba sólo de impactar, de mostrar diferencias adornadas de
artificios vacuos que escondían incompetencias o simplemente amortizar el
cubierto y aumentar la eficiencia en los costes.
Así, una forma de
reducir los costes pasó, muy desgracidamente, por reducir la importancia del trato
en la sala, en la que la capacitación de los profesionales ha pasado por
momentos realmente malos.
El Pitaco quiere recuperar la tradición, la cocina de
los sabores en contraposición a la cocina de los aromas. Recuperar el
protagonismo del producto y busca transmitir el saber tradicional. Quiere que
el cliente conozca lo que va a pedir a través de la lectura de una carta
repleta de tradición. Aquí no hay fuegos artificiales.
Quiere que el
cliente sea servido de una forma tradicional, como mandan los cánones más
clásicos. Aquí hay servilletas de hilo, los cubiertos se retiran, se sirve
primero a las damas y siempre por la derecha. Vamos, tradición.
Y para demostrarnos
su idea, su proyecto, su cocina y su potencial, acudimos la semana pasada unos
cuantos blogueros, periodistas y profesionales de la difusión gastronómica,
invitados por ese proyecto que es El Trotamanteles y que tan buen
trabajo está haciendo por la difusión de la Gastronomía "para todos
los públicos y bolsillos". Ahí lo dejo.
En fin, a lo que
iba, el evento giró en torno a una idea, a un menú que se ha elaborado con
motivo o utilizando como excusa el éxito de la película de la temporada: "Ocho
Apellidos vascos" y una de sus escenas más emblemáticas, que no es
otra que el menú de la cena.
Sí, es una película llena de tópicos (en todas las direcciones), pero es divertida y viene muy bien reírse de uno mismo de vez en cuando.
Digamos que se ha
optado por elaborar el menú de la citada escena como resumen de la Gastronomía
vasca, con la excepción de la ensalada, pero en formato de pequeños bocados o
como se decía hace unos años " De menú largo y estrecho". No
es que tengan nada en contra de la ensalada, es que es difícil hacer un formato
"pequeño", aunque, la verdad, se podría poner una ensalada al centro,
¿no?.
Tranquilos, el menú
se sirve en pequeñas raciones, no busca la indigestión de nadie, como el
protagonista de la película y lo mejor de todo es que tiene un precio, bastante
asumible, de 34 € por persona y si se acude en grupo de más de 6 personas, el
precio se reduce a 29,5 €.
Así, comenzamos con
unas maravillosas txistorras al centro, para abrir boca.
Continuamos con el
primer apellido: Crema de alubias con morcilla, panceta y berza, que se
acompaña de una refrescante piparra.
El segundo, tercero
y cuarto apellidos se sirvieron juntos: Croketa de bakalao (con "K"
y mucho bacalao), Salteado de hongos (espectacular) y Pimiento del
piquillo relleno de txangurro.
Hasta aquí, el menú
se acompaña de un gran cava Faustino Reserva.
El quinto y sexto apellidos
nos llevan a la costa con un Txipirón de anzuelo en su tinta (magnífico)
y un Lomito de merluza con cebolla caída (delicado y con un punto de
cocción perfecto).
Se acompaña de un txacolí
Txabarri. No soy muy de txacolí, pero este fue muy apropiado, con un
punto de acidez muy comedido.
Pasamos al valle con
el séptimo apellido, un Tako de txuletón de buey con pimiento de Guernika
Aquí, como no podía
ser de otra forma, se sirvió un tinto de la Rioja Alavesa, un Lar de
Paula Crianza 2010.
El postre se ve
venir, pura tradición con Pantxineta y Goxua.
Os dejo con un vídeo
en el que, entro otros Esteban García, propietario de El Pitaco y Rafael
Rincón de El trotamanteles, nos cuentan algo más del restaurante y
del menú.
Joé con el menú, es impresionante y tienes toda la razón es volver a la tradición y con un precio muy asequible. En cuanto a los #noprofesionalesdesala, es algo que no comprendo, ni les enseña el propietario del local, ni van a cursos, nininininini ná de ná, el sábado estuve en una boda con un catering excelente, pero servían el vino derramando todo sobre el plato, el mantel o lo que hubiese delante, por supuesto si no decías nada ahí te quedaba. ¿quien lo entiende?
ResponderEliminarHoola!
ResponderEliminarponerse hasta las trankas por 34€ no está mal, son kosas ke parecen del pasado, al menos en las ciudades grandes. Y con servicio profesional eso ya es lo más. Buen hallazgo!
Saludos
Marisa