Esta, y no otra, amigos míos, es la historia del temido “Chupacarpas”, aunque no siempre tuvo ese nombre. Al principio se le conoció como Perkagloü, aunque al poco tiempo los medios de comunicación japoneses le dieran otro nombre: Perkazilla.
Noche de brujas…
¡Acercaos amigos!, ¡acercaos
todos!… os contaré una historia que os proporcionará las pesadillas que andáis
buscando. Voy a hablaros del innombrable, del monstruo más temido por los
marineros de todos los mares y océanos, de aquel que siempre tiene hambre.
Tenía hambre…
Había pasado mucho tiempo
desde su última comida. No entendía que estaba pasando.
Perkagloü no lo sabía, no conocía los detalles, no entendía su
diferencia; simplemente, tenía hambre.
A lo largo de 2000 años, todos
sus antecesores se habían ocultado en aquel rincón, justo al fondo, en la
esquina de aquel estanque interior. Generaciones y generaciones de exposiciones
a contaminantes químicos y centenares de mutaciones genéticas después, Perkagloü, tenía hambre.
Y es que no era consciente de
su verdadera naturaleza, de perca mutante y fangosa, de piel viscosa y visión
nula que se alimentaba de congéneres despistados que pasaban cerca de su
territorio.
Había crecido más que
cualquier otra perca, tenía el tamaño de una Volkswagen kombi y no paraba de
crecer. Allí casi no había agua, así que desarrolló la capacidad de tener
respiración pulmonar y unos grandes y largos tentáculos con los que atrapar a
sus presas sin necesidad de desplazarse. Pero ya casi no había presas, cada vez
tenía más hambre.
Y hubo un día que ya no tuvo
nada que comer. Ya no quedaban congéneres con los que practicar el canibalismo.
Aquí nación Perkagloü... |
Hacía días que los guardas y
encargados de conservación de la llamada basílica
cisterna de Estambul se preguntaban dónde estarían los peces. Cuando
disminuyó su número lo achacaron a la presencia de metales pesados provenientes
de las monedas que los turistas lanzaban al agua, o quizá algún desaprensivo
había contaminado las aguas.
Quizá, simplemente, los peces
se habían ido.
Nadie pensó que el niquel de
las monedas, combinado con el mercurio, el benceno, o el formaldehído de las
colillas de los cigarros tiradas en las alcantarillas, hubieran provocado el
nacimiento de Perkagloü, o como fue
posteriormente más conocido gracias a los noticiarios japoneses, Perkazilla.
Y llegó el día en que sin
alimento y desesperado, Perkagloü
percibió el aroma a insecticida proveniente de la laca de un grupo de turistas
jubiladas canadienses y sin pensárselo dos veces, recordando el familiar y
hogareño aroma a DDT que su familia
también había apreciado desde hacía décadas, se lanzó… tenía hambre.
A partir de ese momento las
crónicas se vuelven confusas, testigos presenciales afirman que un pez-anfibio
del tamaño de un trolebús devoró al equivalente a un autobús del IMSERSO de
jubiladas canadienses de pelos azules.
El caos se adueñó de la
ciudad, cientos de turistas huyeron despavoridos provocando avalanchas por todo
el barrio de Sultanhamet. Perkagloü, por su parte, alcanzó la
calle y, por primera vez en su vida, sintió el calor y el brillo del
sol, tamizados, eso sí, por la contaminación de la ciudad, que salvaguardó sus vítreos
ojuelos.
Despavorido, saltó sobre su
panza calle abajo, en busca del agua del Cuerno
de oro, al que llegó después de aplastar dos tranvías, a un grupo de
japoneses despistados y a tres riojanas que intentaban regatear con un revisor
el precio de unos billetes de autobús.
Alcanzó el estuario a la
altura del puente de Gálata, lugar
en el que medio millón de ciudadanos apiñados intentaban pescar alguna caballa rellena de PVC. Perkagloü alcanzó el agua y arrastró
con su enorme boca a doscientos cincuenta pescadores que cayeron aterrados
mientras la enorme masa de conciudadanos corría despavorida encomendándose al
gran Mustafá Kemal Atattürk…
Pues sí, eso es lo que estaba
soñando en mi segunda noche en Estambul
cuando el iman de la cercana (pegadita) mezquita realizó el llamamiento a la
oración a eso del amanecer….
Eso era un “sinvivir”, en fin,
no había mucho más que hacer, bueno, sí, ducha y a desayunar, que tocaba luego
un día muy duro y muy largo en el que intentaría evitar a toda costa acercarme
a cualquier pez vivo, asado, frito o de caramelo.
Pero esa es otra historia que
os contaré otro día, de momento, de momento me despido al estilo imperante en Japón desde hace unos fechas…
Duérmete niño,
Duérmete ya
O vendrá Perkazilla
Y te llevará…
Reconstrucción del ataque de Perkagloü |
Pero qué significa este momento?? jajaja me ha encantado Capitán, mira que al empezar no había yo caído en que nos debías la crónica de los peces mutantes de la cisterna (así dicho se parece más a las tortugas ninja que al épico Perkazilla, siempre ha habido clases :P) y me has dejado muerta. Olé.
ResponderEliminarJeje... me lo había guardado para esta fecha
Eliminar¡¡El Chuparcarpas!!, jajajajaja... ¡me parto!, al principio creí que era una errata,¡pero qué va, si es aposta!, ¡es buenísimo!. Pero me sorprende Capitán, ¡ha hecho usted un alegato ecologista!.
ResponderEliminarEn cualquier caso muy bueno, me he echado unas risas a costa del pobre monstruo mutante, ¿habrá más aventuras de nuestra querida bestia?.
Un saludo desde un lugar muuuuy seco. Miguel.
Pues de hecho el relato está cortado, continuaba viajando a Nueva York, como su primo Godzilla, pero no me pareció apropiado en estos momentos
EliminarEl chupa que había oído el chupacabras pero carpas?
ResponderEliminarHabrá también el chupaGambas, chupaAlmejas, chupaMejillones, chupacentollos etc o en la familia de los crustáceos no se dan.
Saludos
www.uncocinillaenlacocina.com
Yo conozco a algún Chupacabezasdegambas.
EliminarEstá claro. El Chupacarpas es el prólogo del cataclismo que tenemos a las puertas. Miles, millones de mutantes ingrávidas hurracas esperan, en la cara oculta de la luna, la señal acordada para lanzar su definitivo ataque y borrar de Gaia al molesto virus que últimamente parece que se quiere asentar en su seno.
ResponderEliminarNo hay crisis. Olvídate. Eso de lo que te hablan son sombras proyectadas. Bebe vino. Sal. Cena. Respira y mira al cielo. Y cuando veas millones de hurracas de 600 kgs bajar del cielo, no lo dudes, enciéndete un pitillo y pídete otro vino.
El tío de la copa (ya os ha avisado)
¡Hombre!, ¡el Tio de la copa!, dichosos los ojuelos, aunque te veo un poco mal... fatal
EliminarYa me lo explico. Han cambiado de nombre al Manicomio. Ahora se llama Blog de cocina.
ResponderEliminarJeje... gastro-ocioso y hoy quería dejar un relato terrorífico-humorístico-viajero
Eliminarperoooo... ¿hemos perdido el rumbo? Chupaqué...? Perkaquien...? ahhhh, creo que ya lo entiendo... es una nueva receta, ¿no?... el chupacabras ese al ajillo, con una vinagreta, en su tinta (no, eso no, que no era un calamar), en tempura... imagina las toneladas de harina que se necesitarían para rebozarlo...
ResponderEliminarPor cierto, se me ha olvidado hacer un comentario acerca del esquema del ataque del chupacabras... naif? minimalista? me falta vocabulario...
ResponderEliminarLa palabra que andas buscando es Rabánico, :P
EliminarSi, creo que Rabánico es la palabra...
EliminarMe lo llevo a la página facebook del blog! se q no te importa..o si?... :-))
ResponderEliminarPues claro que no me importa!, cuanta más difusión mejor.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEs una realidad, el frikismo como religión es una realidad. Pero creo que ésta carpa debería organizar un grupo político, Le iría mejor. Propongámosla como mascota de Eurovegas sin impuestos.Un beso y enhorabuena a los que seguís creyendo en las historias de terror (la realidad siempre es superior).
ResponderEliminarJolín, me pensaré muy mucho a partir de ahora acercarme a un estanque, a ver si hay algún pez mutante esperando y aunque no me devore entera, a ver si me quedo sin un meñique...Ji,ji...
ResponderEliminarBueno, al menos me quedo tranquila, Perkagloü es tan solo un mal sueño!! muy buen relato!!
ResponderEliminarPerkazillaaaaaaaaaaaa
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